Posteado por: diariodelgallo | abril 21, 2011

RAFAEL GARCÍA GOYENA

García Goyena nació en 1766, el 31 de julio en Guayaquil, Ecuador. Sufrió dificultades con la justicia, la causa fueron problemas amorosos, los cuales le valieron una orden de deportación a La Habana, expedida en 1786.  Pero no llegó a la capital cubana: pasó tres meses prisionero en Omoa, durante 1787. Retronó a Guatemala y aquí continuó encarcelado, hasta el 12 de julio del mismo año.

Goyena fue un universitario.  Alumno de la Universidad de San Carlos, se graduó en ésta como licenciado (1791) y como doctor en derecho (1804).  La formación jurídica le dio base para defender a los conspiradores pro-independentistas de la conjuración de Belén (1814).

García Goyena no gozó de holgura económica, pues malgastó la herencia recibida de su padre.  De su personalidad, Marure afirma que era generoso en extremo, dulce, y sensible, amable, apacible, ameno y franco, indulgente, benévolo.  Murió en Guatemala el 9 de noviembre de 1823.

Su obra poética ha sido editada varias veces:  Guatemala, 1825, edición príncipe, con el nombre de Fábulas y poesías varias.  En París, 1836; Guatemala, 1859; Guatemala, 1892; Madrid, 1894, con prólogo de Batres Jáuregui.  Existen dos ediciones publicadas en el siglo XX: la primera, del año 1950, impresa por la Tipografía Nacional de Guatemala, en su colección Clásicos del Istmo; la segunda, en la Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular “15 de Septiembre”, con prólogo de Carlos Samayoa Chinchilla (Guatemala: Editorial “José de Pineda Ibarra”, 1865, 204 pp.)

Según dato de Samayoa Chinchilla, nuestro poeta compuso “treinta y tantas fábulas, una pequeña colección de letrillas satíricas y una que satíricas y una que otra poesía de carácter anacreóntico”.  Además, escribió cartas satíricas.  Conviene anotar que éstas, así como varias de sus fábulas, aparecieron primeramente en EL EDITOR CONSTITUCIONAL y EL GENIO DE LA LIBERTAD.  Este dato constituye indicio muy significativo en cuanto al pensamiento político de García Goyena, sabida orientación liberal de ambos periódicos.

Para situar mejor la obra de García Goyena, conviene recordar que Samaniego edita, en 1781, una primera colección de fábulas, y en 1784 una segunda.  Pero nuestro recuento de antecedentes quedaría corto, y sería por demás incompleto, si olvidáramos a Jean de La Fontaine (1621-1695).  El fue quien modernamente otorgó nuevo impulso y nuevo sesgo a la fábula.  Como buen hijo del clasicismo francés (el mejor poeta de aquel movimiento, según Margín de Riquer), volvió sus ojos hacia los remotos autores de fábulas: Esopo, Fedro, pero sin someterse servilmente a ellos: “mi imitación no es una esclavitud”, afirmó el autor francés.  Habilísimo narrador, excelente diversifiador, agudo conocedor de la condición humana, supo construir una fábulas que, dice Riquer, deben leerse como se ve una película de Walt Disney: “por el puro goce de vernos trasladados a un mundo fantasioso, agradable y divertido”.

Situada esta apretada perspectiva, cabe ahora referirse específicamente a la obra de García Goyena.

Un primer rasgo importante consiste en la incorporación de regionalismos.  Samayoa Chinchilla, en su edición de García Goyena, recoge quince americanismos propios de la lengua del Reino de Guatemala, utilizados por nuestro fabulista: “arador, armando, cucuyo, cenzonte, coyote, chiltote, data, guarda o guardabarranca, guanaco, nigua, pizote, sanate o sanata, tacuazín o tacuacín, tepezcuinte o tepescuintle, zopilote o zope”  El solo hecho de recurrir a la lengua vernácula significa ya un rompimiento con la norma clásica propia del contexto cultural de García Goyena, e indica, a la vez, el enraizamiento en lo americano, que constituye otro rasgo fundamental en nuestro fabulista.  Con razón se ha dicho que, frecuentemente, el color local y los regionalismos otorgan a sus obras el sello de lo guatemalteco.  Y viene el caso citar textualmente a Samayoa Chinchilla cuando afirma: “Como pocos, este notable intérprete de lo nuestro conoce su tierra y la idiosincrasia de las gentes que la habitan y de los animales que la pueblan y ese conocimiento es, posiblemente, una de las cualidades cimeras de su obra poética, ya que la literatura tiene tanto más mérito cuanto más es capaz de contener, por sí misma, la historia, la leyenda y la emoción de un pueblo o de una raza. “

Debe señalarse como otro rasgo importante la sencillez del estilo.  A este propósito, nuestro fabulista responde a las tendencias y doctrinas poéticas propias de su época, y de las cuales nos hemos ocupado ya al considerar la obra de Bergaño y Villegas. Pero en el caso de García Goyena debe señalarse que el logro de la sencillez de estilo supuso en él un esfuerzo peculiar, pues para formular un habla llana debió superar su condición de hombre erudito.

No puede dejarse de lado el sesgo político y la aguda crítica de costumbres advertibles en más de una de las composiciones de García Goyena. En la fábula “El Mastín y la rata”, en donde se desarrolla la contradicción rico-pobre, el poeta dice:

“Aliviamos al pudiente en sus penas moderadas, y en las suyas reagravadas dejamos al indigente”.

Y por supuesto, imposible resulta olvidar la crítica al falso saber, que el caballo reprocha al viajero:

“Al cabo de tantos trotes ¿qué ha sacado de provecho? Antes de los viajes macho, y macho después ha vuelto.

Como se ve, la poesía de García Goyena no desmerece en vigor y en alusiones directas: tanto Bergaño como él respondían, en efecto, a la ya mencionada intención didáctica, mediante la cual se pretendía que la obra literaria pusiera vicios y defectos ante los ojos del lector.

Pero, a nuestro juicio, la fábula política más densa y mejor lograda por García Goyena es “Nuevo sistema de gobierno en el reino animal”, en donde, bajo el acápite de fábula política, se expone con claridad y concisión el pensamiento político de nuestro fabulista.

Este poema constituye un tratado de política, al par que una utopía de sabor rousseauniano o rabelesiano, sabrosamente relatada, con fluida versificación y vocablos sencillos, todo lo cual hace grata la lectura.  Los animales, reza la fábula, buscan organizar un reino ideal: liberarse del gobierno del hombre, de su “cetro de hierro”, de “sus leyes caprichosas”, de su índole sanguinaria, de “su bárbara petulancia”.

“Déspota el más absoluto,

Su política es su bolsa,

Sus leyes son sus placeres

Y su razón su pistola”.

La zorra plantea esto en elocuente discurso.  Y a poco se organiza un nuevo reino más arriba del hombre.  En otro lugar de la fábula, se relata el “armado de punta en blanco2; cobardes, los animales no resisten: se restaura el antiguo estado.  Esta fábula contiene  una ideología cercana al pensar de quienes propugnaban la independencia americana y se adherían a las tesis políticas dieciochescas: la discusión, la negación del orden tradicional, la organización de los tres poderes…

En síntesis, podemos afirmar que García Goyena obtiene mejores logros como poeta que Bergaño y Villegas.  Hubo menos hombre público, si se quiere, menos polemista, pero talento más agudo y habilidad creadora mejor lograda para plasmar, en poemas narrativos, doctrinas, ideas, lecciones y críticas.  No resulta exagerad afirmar que estamos ante el más relevante poeta de la Ilustración guatemalteca.

García Goyena contribuyó, más que otro literato de la época, a ridiculizar el sistema colonial y a orientar la naciente vida política de la república, dando una tónica humorística a las discusiones de los primeros congresos de Centroamérica y a los fracasos de aquella época de aprendizaje.

Landívar, Bergaño, Marías de Córdova y García Goyena son los verdaderos fundadores de la poesía nacional y los primeros auténticos literatos guatemaltecos. Casi podríamos abolir, en perspectiva estética, todo lo que antes de ellos se escribió en Guatemala, excepción hecha de Bernal.


Respuestas

  1. ¿Quién escribió el presente ensayo acerca de Rafael García Goyena?

    Me permito preguntarlo para que la felicitación vaya con nombre y apellido, pues para mi limitado juicio, el autor dijo es pocas líneas mucho de lo que fue el fabulista García Goyena.

    El haber tomado como fuente la edición de «Fábulas» que incluye un estudio crítico de Carlos Samayoa Chinchilla permite a los lectores conocer varios detalles respecto a quien vivió y murió pobre, pero no por dilapidar su herencia, sino porque el medio no le permitía desempeñarse «exitosamente» como abogado, toda vez que habiendo defendido a quienes realizaron los que se conocen como primeros actos de rebelión pre-independentistas, le significaron el rechazo de la sociedad criolla que en 1814 aún pensaba en el bien amado de Fernando VII, que recién había sido liberado por Napoleón I. Además, como cáusticamente afirmó don Ramón A. Salazar: «El fabulista mató al abogado».

    De Goyena se escribió en 1915: “Fue un espíritu satírico y burlesco que atacó en la mayor parte de sus apólogos, por el lado ridículo, las costumbres de la sociedad. Más de treinta fábulas corren con su firma, y de ellas se juzgan como las mejores ‘Los Animales Congregados en Cortes,’ ‘El Zopilote con Golilla’ y ‘Los Muchachos, Los Sanates y El Loro’.” (Soto-Hall, Máximo o Gobierno de Guatemala; «Libro Azul de Guatemala». Guatemala : s.e. 1915. Página 99).

    Con relación al apólogo, del que gustó tanto y practicó García Goyena, Agustín Mencos Francos señaló: “El gusto por esta clase de composiciones duró mucho después de la independencia. Nuestros más ilustres literatos y políticos, como don Alejandro Marure y el doctor Pedro Molina, don Antonio José de Irisarri y don Juan Diéguez /Olaverri/, no se desdeñaron en escribirlas: pero preciso es confesar que ninguno de ellos alcanzó la gracia de Goyena ni la elevación de fray Matías de Córdoba, que son en el Parnaso centroamericano, los príncipes del apólogo.” (Mencos Franco, Agustín; «Literatura Guatemalteca en el Período de la Colonia». Guatemala: Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular “15 de septiembre”. Volumen 105, Segunda edición. Departamento Editorial y de Producción de Material Didáctico “José de Pineda Ibarra”. Ministerio de Educación, 1967. Página 203).

    Para José Martí (1853-1895), las observaciones tan americanas de Rafael García Goyena en sus fábulas y apólogos, hacen olvidarse

    “¡[…] de esos convencionales apólogos del indio Pilpay, y el liberto Fedro, y el rubicundo Lafontaine, y el amanerado Samaniego! […] Amante de la naturaleza y observador profundo de ella, en las fábulas de García Goyena, que son, de vez en cuando, más que máximas oportunas, inimitables descripciones y graves y nuevos consejos, se aprende esa simpática ciencia animada de los árboles y de las aves, de las flores y de los brutos; sus costumbres, sus amores, sus peculiaridades, sus cualidades dominantes. Cáustico en política, práctico en moral, exacto en ciencia, nuevo en la invención, rico en literatura: ese es García Goyena.” (Martí, José; «Guatemala». Guatemala : Biblioteca de Cultura Popular “20 de octubre”, Volumen 36. Talleres de la Editorial del Ministerio de Educación Pública, 1952. Páginas 56 y 57. NOTA: La primera edición fue publicada en México, en marzo de 1878).

    En lo que discrepo del autor del ensayo que gentilmente pone a la vista de los lectores «El Diario del Gallo», es de su arriesgada afirmación referente a que «Landívar, Bergaño, Marías (sic -debe decir Matías) de Córdova y García Goyena son los verdaderos fundadores de la poesía nacional y los primeros auténticos literatos guatemaltecos. Casi podríamos abolir, en perspectiva estética, todo lo que antes de ellos se escribió en Guatemala, excepción hecha de Bernal.»

    Ni abolir ni desdeñar, aún con la justificación de la «perspectiva estética»; eso sería como decir, que todo lo escrito por los literatos anteriores no vale nada, siendo que cada época tiene a sus representantes connotados, nos parezca o no su prosa, lírica o versificación, toda vez que responde a las normas literarias establecidas en el respectivo período y lugar en que vivieron.

    Y como el autor desconocido del presente artículo se toma la libertad de mandar al sótano del olvido a quienes escribieron antes que Goyena, Landívar y Matías de Córdova, lo cual quien esto escribe se atreve a cuestionarle, conviene transcribir lo que de Goyena y sus supuestos críticos señalara don Ramón Antonio Salazar Barrutia; burla burlando se refiere también a sus biógrafos, y trae a colación el “nuevo” estilo de los críticos para analizar las obras de autores pretéritos, así como formula recomendaciones en cuanto a redacción para los escritores modernos, en la forma siguiente:

    “Es sin duda el poeta más conocido y popular de nuestra tierra. Sus apólogos han sido el alimento intelectual de varias generaciones.
    […]
    El doctor García Goyena ha tenido la fortuna de encontrar entre sus compatriotas dos buenos biógrafos, el señor don José Milla y Vidaurre y el licenciado don Antonio Batres J. Ambos han escrito juicios literarios muy apreciables sobre la obra del autor; el primero con aquella lucidez de espíritu y gusto clásico que lo distinguía en todas sus obras, y que lo hacen un autor tan distinguido. El segundo con amor… con mucho amor. Y ha llevado éste a tal grado que le ha atribuído composiciones que no eran de él, deshaciéndose en elogios y abusando del diapasón del entusiasmo.
    De todos modos, Milla y Batres quedarán en la historia como los biógrafos definitivos del doctor García Goyena.
    […]
    Ya hoy no se juzga del valor de las producciones literarias porque el autor se haya ceñido más o menos a los preceptos gramaticales. El reinado de Hermosilla ha caído por los suelos. Los ditirambos, los entusiasmos ampulosos, los ayes de admiración, que algunos emplean, son simplemente ridículos y de mal gusto.
    El crítico moderno, siguiendo a Taine, toma al escritor, estudia su alma, observa el medio en que vivió, las circunstancias que lo rodearon, su temperamento, su educación y sus inclinaciones, y entonces externa su juicio; no en frases alambicadas, sino sencillas y fáciles para la comprensión de los lectores que debe esperarse que sea la mayoría del pueblo para quien se escribe. El escritor moderno debe en cierto modo democratizar su entendimiento, y apartarse de aquella vieja escuela, en que no se pensaba ni escribía sino para los iniciados. Ese el secreto de la popularidad de muchos de los autores de los tiempos modernos.
    […] El era hijo de un español, que sirvió en casa nobiliaria guatemalteca. Su juventud fue turbulenta y su ancianidad pobre y oscura. Alcanzó los buenos días de la República y su nombre se esfuma y desaparece, no figurando entre los próceres de la independencia. Fue abogado y fabulista. El fabulista mató al abogado.
    Leyendo sus obras se vé que no pertenecía al grupo de los absolutistas, pero que tampoco estaba convencido de que el régimen de la República y de la libertad fuesen remedio heroico para los males que aquejaban a la Colonia.
    El espíritu cáustico que lo dominaba le hacía prorrumpir en risas y burlas contra los que tenían pretensiones nobiliarias y carecían de cacumen.
    De allí su famosa fábula del Pavo real, escrita evidentemente contra la casa Pavón, de Guatemala, que estuvo a punto de obtener título de nobleza, y cuyos miembros jamás se distinguieron por su inteligencia.
    La fábula El zopilote con golilla, es otro apólogo delicioso contra los supuestos sabios de su época, en que pinta muy al natural a aquellos doctores de figura circunspecta, aire meditabundo, genio reservado, carácter melancólico, a quienes el vulgo de los necios miraba con respeto y con espanto, de hito en hito, y llenos de envidia o de pasmo y cuyas figuras vistas por dentro se encontraban que, como todos los necios, estaban llenos de humo pero vacías de todo conocimiento.
    Cuando Goyena trata de las cosas políticas, lo que raras veces sucede, pues se ve que no eran sus asuntos predilectos, suele emitir conceptos proféticos y, a pesar de sus preocupaciones, da en el clavo.
    En ese concepto quizás sin saberlo él mismo se adelantó a los políticos de su tiempo.
    […]
    Si Guatemala hubiese sido un pueblo más culto y su civilización más avanzada, de seguro sale a la hora de la lucha suprema algún espíritu batallador y filosófico, para dar el tono de la pelea.
    Pero la nuestra era una sociedad casi infantil. Por eso tuvimos un fabulista que en estilo amable se burló de nuestras preocupaciones, discutió con sonrisa en los labios las cuestiones sociales, soniendo en boca de los brutos lo que todavía no podían decir los hombres, y preparando de ese modo por el apólogo el cambpo a las gentes de acción.
    Tal fue la obra del doctor García Goyena.

    Salazar, Ramón A.; «Historia del desenvolvimiento intelectual de Guatemala». Guatemala : Con prólogo de Hugo Cerezo Dardón. Segunda edición. Tomo II, Volumen 12. Editorial del Ministerio de Educación Pública, Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular “20 de octubre”, abril y mayo de 1951. NOTA: Reproducción de la primera edición de 1897, editada por la Tipografía Nacional. Extracto de páginas 263 a 267.

    Con aprecio para todos los lectores de «El Diario del Gallo»

    Ariel Batres V.
    Guatemala

  2. ERA MUY INTELIGENTE


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